Día 29: la ropa sucia se lava en casa

Exacto. Así habría dicho mi madre, que era muy refranera. Hoy habría cumplido 72 años y, desde temprano, la celebro en mi interior con uno de esos rituales íntimos que una desarrolla con el tiempo. Hace más de quince años que me falta, nos falta. Qué barbaridad, el tiempo se va volando. He pensado mucho en ella durante estos días de aislamiento; me imagino que un montón de cosas de esta pandemia serían distintas si ella aún viviese. La extraño.
Cambiando el tema, hoy tocó lavar la ropa. Bueno, una parte. Se me juntó porque no me gusta lavar ropa. Es curioso como cada quien tiene sus labores favoritas de la casa y las súper odiadas, en gustos se rompen géneros. Hace un par de días dije en tuíter que prefería lavar los baños a la ropa, y en seguida apareció alguien diciendo que quería intercambiar, carcajada. Como tenía que organizarme bien, hice varios intentos de lavar la ropa los días pasados pero la tercera fue la vencida. Para lavar tengo que subir a la azotea: fue casi casi sacarme la lotería e irme de viaje, hay que pensar positivo. Descubrí que el desagüe de la lavadora está bastante tapado y no sé porqué pero no he conseguido destapacaños, ¡agua y ajo! Mientras tallaba cosas a mano tenía que estar pendiente de apagar la lavadora antes del desborde de la coladera para no inundarme... menuda maniobra de precisión. A todo se acostumbra uno menos a no comer, diría mamá. Tendría razón. Otra vez.
Lavé como un tercio de lo que tenía previsto. Esta situación vuelve todo tan lento porque constantemente hay que detenerse y entender qué está permitido y qué no. Como cuando trabajas con radiactividad y tienes que hacer una pausa y pensar cada movimiento. Llevo reflexionando sobre eso desde que me aislé y creo que me ayuda a limpiar mejor. Qué obsesión la mía. Estoy segura de que hay muchos hogares donde las medidas de limpieza son muchísimas menos. Por fortuna, también habrá otros donde mi metodología les haría palidecer. Será que a la vejez, viruelas.
Decía de la lentitud para las entradas y salidas de casa. El que lleguen cosas es un infierno porque una tiene que saber cuál es el orden de los movimientos que hay que hacer. Y de limpiar todo, mejor ni hablamos. En el mejor de los casos, con una compra para quince días o tres semanas me lleva un par de días. Y las manos terminan hechas una porquería. Porque sí, además de todo, desde hace años soy un poco alérgica al jabón para lavar trastes y échale las toallitas con cloro y si acaso, guantes... el desastre universal. ¿Estaré loca de remate? ¿Cómo le hacen ustedes?
Alguien decía que ahora cuando ve una película, va repasando mentalmente qué no han limpiado los personajes y que se saca de onda si se tocan. Estamos ciscados. Hemos cambiado y ahora nos fijamos muchísimo en esos detalles y nada de limpiar donde ve la suegra, hay que hacerlo bien, a profundidad. Ahora, nos preocupamos por otras cosas como echar demasiado cloro a las cañerías o aprender a no mezclar limpiadores...
Me pregunto cuáles serán las creencias sociales que cambiarán con esta pandemia. Según esta experta de la Unam, las personas no van a confiar más en la ciencia que en otras creencias —lo cual me parece una tragedia—; lo que sí, agrega, es que todos seremos más conscientes de nuestra responsabilidad ante el otro en términos de actitudes de limpieza, lo que tenga que ver con el cuidado y el respeto en términos de higiene será lo que se asimile socialmente. Menos da una piedra pero nos vendría muy bien, ¿no creen?
Por eso, ahora que en muchos lugares públicos hay jornadas de sanitización como esta y, aunque eso que rocían creo que no funciona para el coronavirus, pienso que seguro nos sirve para el control de otros vectores de enfermedades y para tener ciudades más limpias. Porque la ropa sucia se lava en casa y ya es hora de que dejemos de ser candil de las casas y oscuridad en las calles. O algo así.

Comentarios

  1. El comentario de las labores favoritas y no favoritas me recordó a un amigo que decía que su deporte favorito era el boliche... hasta que otro le dijo: "pues la bola hace más ejercicio que tú". Y las "metodologías de la paciencia" que convierten el proceso de hacer la compra en un ritual casi tibetano es una realidad, que hace al lego admirar los conocimientos, habilidades y actitudes de las generaciones que nos criaron, haciendo ver sencillo todo, porque la práctica, ciertamente, hace al maestro... y entrena al discípulo. 2020.

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