Día 30: ¿qué día es hoy?

Es la pregunta que ha dejado de tener —casi— sentido en estos días para todos aquellos que estamos en aislamiento. Puede ser miércoles, jueves o lunes y no se nota la diferencia ni un ápice; incluso daría igual que fuera fin de semana: el calendario que antes teníamos lleno está casi vacío salvo alguna cita virtual que resiste.
Hoy sábado, por ejemplo, Irene sin saber que yo me preguntaba estas cosas dijo esto y siento que su respuesta acierta, porque todos nuestros días se han transformado en una contradicción de términos en este fin del mundo que, además, es un hoy repetido. Y se repite, en este diario-blog, la friolera de treinta veces. Sí, también esta pandemia tiene un parecido con el Ulises y hasta, valga la comparación, con el Día de la marmota.
Leía también este artículo donde Emiliano Monge nos habla de la sucesión de días interminables que están como "alrevesados" —la definición es mía y al estilo de algún país extraño de la serie de Cascarrabias. Monge nos cuenta que sus días son silencio y sus noche, griterío, y ahonda después en lo absurdo de este mes en nuestras vidas y de las horas de ansiedad, extravío, apatía, incertidumbre, miedo y quién sabe cuántos horrores más.
Lo que no me gusta de esta uniformidad cotidiana es que identificamos los días según los obituarios y eso es tristísimo, un horror total. ¡Qué ironía! Con la pandemia, la muerte es el faro para los vivos en tantos sentidos...
Amanecimos hoy tarareando Aline (1965) al enterarnos que Christophe se fue. Y de inmediato, nos inundó una cascada de recuerdos asociados —unos más felices que otros y parecía que la música nos abrazaba un poco. Estamos hechos de nostalgias.
El golpe seco llegó un par de horas después cuando supimos que también murió la gran escritora mexicana Amparo Dávila (1928-2020). Aquí dejo un quejido personal, silencioso y doloroso como un "ay" de La llorona. Pienso en Amparo y me la imagino, pequeñita como era pero inabarcable en su grandeza y a la que la literatura mexicana todavía le debe un lugar mucho más justo. Su muerte fue como ella misma imaginó/deseó/vaticinó/escribió en el fragmento del texto Semblanza de mi muerte que compartió en 2018 para una entrevista con motivo de sus noventa años: "Quiero irme un día soleado de una primavera reverdecida llena de brotes y de pájaros y de flores, para buscar mi jardín del Edén, mi paraíso perdido y gozar de los frutos de la vid y de la higuera, el perfume de los cerezos y los naranjos en flor, el calor del sol que no se oculta nunca". Que el amparo nuestro sea leer a Amparo, así que por si usted no la conoce —y si sí, puede releer—, dejo su icónico cuento El húesped y los cuentos completos acá.
Como presagio, truena el cielo y está a punto de caer una tormenta que nomás no cae desde hace ya al menos una hora. Mientras, trato de pensar en un paralelismo entre el tiempo, la pandemia y el laberinto. Supongo que estamos perdidos en este laberinto de los días de epidemia y tenemos que encontrar, cada uno, nuestro hilo de Ariadna para salir. Quizá es momento de olvidarnos precisamente de las tristezas y de qué día es y degustar este menú de "Alta cocina" para la ocasión que con mucho tino propuso Ed. Así aprovechamos hoy para salir del laberinto...
La fotografía es de https://libroactiva.com/cinco-escritoras-rescatadas-del-olvido/amparo-davila-joven-2/

Comentarios

  1. "Nunca falta qué leer, lo que falta son los escritores", dijo alguien muy querido cuando, hace añísimos, nos contó de la muerte de Ibargüengoitia, a quien entonces yo solo conocía por su columna en Excélsior. Por eso el mejor homenaje es reconocerse lector y seguir la pista de las letras. 2020.

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