/moders dei/

Voy con dos post de atraso pero no he podido recuperarme este fin de semana porque sigo con mucho trabajo, ni hablar. Hoy es el Día de la madre, una de las celebraciones más importantes en la vida de casi cualquier mexicano. Casi, porque mía no...
Será que tengo una familia muy rara pero a mí, el 10 de mayo, ni fú ni fá. Mientras estuve en el colegio, elaboraba las manualidades que los maestros elegían —y que solían terminar en la basura o en casa de la abuela Estela, a quien sí le gustaba toda la parafernalia al máximo— pero las hacía con la misma emoción que se hace cualquier trámite burocrático. Mis padres pensaban —con mucho acierto, digo yo— que esas celebraciones eran más mercadotecnia que otra cosa, así que no acostumbrábamos a festejar ninguna. Por eso, el niño, el padre, el amor y la amistad y así me tienen bastante sin cuidado aunque siempre he respetado a la mayoría que sí aprecia esas ocasiones memorables del calendario. Además, había el argumento de que a la madre o al padre se les debe celebrar todo el año y no un día en particular. Como si eso no bastase, mamá pensaba que era una ofensa imperdonable regalar algo que estuviera relacionado con el trabajo no remunerado —como cualquier electrodoméstico— y como corolario, al estar todo llenísimo, era un tormento chino salir ese día a cualquier cosa porque con la muchedumbre, tardabas el doble o triple de tiempo y tenías uno de los peores servicios: un incordio por decir lo menos. Yo sigo estando de acuerdo con todas y cada una de las cosas que acabo de decir, aunque mi opinión no sea popular.
En algún momento cuando ya éramos adultos, mi madre decidió que siempre sí quería celebrar, pero no hubo manera de componer algo que no era una costumbre y ahí fue cuando empezamos a hablar del /moders dei/, quizá haciendo énfasis en lo ajeno que nos parecía aquel día.
Casi tengo la edad que tenía mamá cuando murió. El 10 de mayo del primer año que ella no estuvo fue un infierno pues, además de lo chocante que ya me parecía, a las personas les dio por felicitar a todas las mujeres y para su menda prenda fue insoportable. Llloré mucho entonces pero con el paso del tiempo he aprendido a tolerar el asunto y desaparezco para no sufrir y no chafarle a nadie la fiesta —soy una Grinch de mayo, ni modo. Incluso he aprendido a felicitar a algunas de mis mejores amigas que son mamás porque ellas no tienen la culpa de mi historia, pero hago un esfuerzo siempre y cada una de las veces.
Si usted es mamá y ha leído hasta aquí, no crea que soy una desalmada y reciba mi afectuosa felicitación hoy y siempre. Una recomendación final para todos: celebren, disfruten y atesoren, muchísimo y cada día con su madre porque les puedo asegurar que es terrible cuando ya no existe más oportunidad... Y sip, extraño mucho a Lolila: la mamma é sempre la mamma.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Día 44: vamos a andar...

Día 23: farewell, dear Conway!

Día 48: siempre es la hora del té