Día 3: las pequeñas cosas

Todos tenemos problemas. Y los problemas de cada uno son siempre los más importantes en lo individual. Ahora tenemos, además, problemas comunes, grandes problemas para los que ninguno está preparado, problemas que nos superan y que parecen llenar todos los espacios y nos ahogan. Y se resumen en una palabra: coronavirus.
En los últimos días y entre los amigos con los que estoy en contacto, sé que hay muchos que llevamos días en que no logramos dormir o que no descansamos bien. Somos todos presas de distintos grados de ansiedad al grado de que, aunque tenemos la posibilidad de hacer un montón de cosas —con las que incluso soñamos hacer en cuanto tuviéramos tiempo—, no nos concentramos. Estamos en una época de crisis general y que yo aquí apenas esbozo. Desde hace días también circularon documentos de ayuda para la salud mental que hoy es prioritaria, aún y cuando nosotros no tenemos declarado todavía —¡qué fortuna!— el aislamiento obligatorio.
Hace días, uno de mis estudiantes me pidió consejo —muy angustiado— por varias conductas de familiares con las que se sentía en riesgo. Por fortuna, pude orientarlo pero lo más importante fue saber que le di una tranquilidad mayúscula con cosas tan aparentemente simples —pero tan necesarias— como decirle que era importante ventilar constantemente la casa, abrir las ventanas de par en par. ¿Cuáles son esas pequeñas cosas que nos equilibran en condiciones adversas?
En mi caso, el ejercicio es prioritario por muchas razones que ahora no explicaré, nomás baste decir que cuando paro, aparecen muchos dolores y me debilito rápidamente. Llevaba ya dos meses haciendo diario ejercicio en forma y el último mes, me convertí en una especie de sirena en la alberca; estaba radiante de felicidad.
Hace 10 días que dejé de ir a la alberca porque me pareció pertinente, a pesar de lo mucho que me gusta. He estado muy cansada por el trabajo, incluso agotada, a inicios de marzo; por ello, procuré descansar al inicio de mi propia cuarentena. No era que lograra cargar bien la pila o dormir muchas horas, pero trataba, lo necesitaba.
Los días pasaron y hoy rompí la inercia: salí por fin a caminar una hora y media...¡Qué maravilla! ¿Por qué no lo hice antes? Mi percepción se transformó por completo. De todos los días de cuarentena hoy es el día más productivo, más equilibrado y en el que mejor me siento desde que inició. Son estas pequeñas cosas que producen grandes cambios y que debemos hacer y atesorar, más en las circunstancias actuales.
Y ahora que yo misma lo experimenté, pienso en muchos otros. ¿Será que Kay logró sentirse mejor al jugar futbol en la cochera? ¿Cómo fue la sesión de patinaje de Aura? ¿Qué tal duerme hoy Enna después de la bicicleta? ¿Cuáles son las pequeñas cosas que nos sostienen a cada uno? ¿Qué esperas para hacer las tuyas?

Comentarios

  1. Debo decir que hago trampa en lo que se refiere al ejercicio... o más bien, que hace tiempo elegí dejar de pensar en ello como una obligación.

    Otras actividades que antes y siempre han tenido su encanto parecen estar en pausa, también, ante esta peculiar situación que enfrentamos. Pero descubro, sin esperarlo, que aún existen las palabras: para evocar un recuerdo, para invocar una idea, para provocar una sonrisa... y entonces, otra vez, me doy cuenta de que sí, son útiles y necesarias. Gracias por ayudar.

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    1. Pues yo lo hago como obligación pero no a fuerzas, al contrario. Pero mi situación no es la tuya. Tienes que buscar algo, sip. Y qué bueno que ya estás de camino.

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