Día 5: ¡viva la UNAM!

Seis y media de la tarde. Las sombras se alargaban, hacía calor y una combinación de trinos diversos y cantos de chicharras flotaba en el ambiente. Esta última semana han sido frecuentes las noticias con animales "paseando" por las ciudades; queda claro que la naturaleza no requiere mucho tiempo para desaparecernos. ¿Cómo se vería la UNAM si eso ocurriera?
La mayoría de los chilangos —y aprovecho para confesar que el gentilicio no me agravia— solemos quejarnos demasiado, a veces con razón y otras sin ella. No nos damos cuenta de lo privilegiados que somos al tener un espacio como la Ciudad Universitaria, también llamada CU. Los 7 km² que integran desde 1952 el campus central de la Universidad Nacional Autónoma de México —alias, la UNAM—, se encuentran al sur de la ciudad en la zona de roca volcánica conocida como el Pedregal. En 2007, el primer circuito universitario fue declarado por la UNESCO Patrimonio cultural de la humanidad ya que aglutina, en más de 50 edificios, la obra de muchos pintores, artistas plásticos, ingenieros y arquitectos del siglo XX.
Volvamos al paseo por CU. En el circuito que rodea al Estadio Olímpico ahora sin coches —la UNAM cerró sus puertas este domingo como el resto de las instituciones educativas del país— había algunos deportistas corriendo, otros haciendo calistenia, paseantes de mascotas, ciclistas, familias jugando fut e incluso alguna que otra parejita. Todos ellos desperdigados, aquí y allá, como jacarandas; no pasábamos de cincuenta personas. Pensé que nuestra Universidad, aunque cerrada, sigue aportando un servicio a los capitalinos al ser un enorme y bellísimo espacio donde se puede convivir con Susana Distancia hoy que comenzamos la Fase II.
El espacio de CU no es lo único que, durante estos días, la UNAM aporta en nuestro país más allá del hecho de que buena parte de su personal trabajamos en forma remota. Varias decenas de miles de sus profesores enfrentan el reto de continuar impartiendo clases en línea a más de trescientos mil estudiantes, por citar un ejemplo de numeralia. También hay en este momento más de 700 actividades en línea que integran un programa cultural para la contingencia. Como último ejemplo, ahí está la Comisión COVID-19 que se encuentra en sesión permanente para observar el desarrollo de los acontecimientos, proveer información y recomendaciones con bases científicas e, incluso, tomar decisiones oportunas en beneficio de la comunidad universitaria.
Hacer conciencia de todo esto me permite entender, en cierto sentido, la importancia de la UNAM para todos los mexicanos. Yo sé que tiene muchos problemas y requiere de cambios urgentes, pero confío en que los universitarios encontremos pronto las soluciones. En estos tiempos en que abundan las malas noticias, hoy estoy muy orgullosa de ser parte de nuestra Universidad. Y como dice con mucho tino Margo Glantz, ¡viva la UNAM!

Comentarios

  1. La UNAM fue por muchos años mi casa inadvertida, parte de la historia familiar, y ciertos lugares de CU tienen todavía hoy alguna huella de ese paso, que me tocó renovar (y no) cuando al fin tuve la edad para reconocer los lugares que pisaba, a veces con indudable emoción no siempre positiva, pero siempre esperanzada.

    Eso sí: más allá de tener méritos propios o no para habitar en ella, he compartido allí momentos que ya forman parte de las crónicas de amigos y anécdotas de familia. Aún ahora, tan sólo avistarla o transitar junto a esa Ciudad Universitaria me trae un alivio especial, ese que se siente cuando, tras la jornada de trabajo, me anuncia que estoy cerca de casa.

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  2. Qué bien. Yo creo que en muchos sentidos la UNAM es parte de la vida de muchos... quizá así como tú, quizá como yo, o quién sabe de cuántas maneras. Qué gusto imaginar al maestro subido en un triciclo...

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