Día 7: el equipo

Desde no recuerdo cuándo, he creído en el trabajo en equipo. Me parece que es la mejor manera de realizar muchas cosas y de hecho, el éxito de lo que "hago" se debe a que tengo un equipo que trabaja igual que yo, o a veces, hasta más. Desde hace ocho años, siempre les digo a los estudiantes que lo más importante de todo lo que van a hacer en mi programa es aprender a trabajar en equipo. 
La noción de equipo se puede extender a otras dimensiones. Así, hay equipos familiares, redes de trabajo, grupos de amigos y demás. En "las buenas", los equipos son maravillosos pero en "las malas", entendemos del todo su valía y nos hacen mucha falta para salir adelante con la COVID-19. 
Las situaciones excepcionales como la que ahora estamos pasando, nos ponen a prueba de muchas maneras, resaltando unas cosas y obviando otras. Y aunque soy una promotora del trabajo en equipo no suelo pensar en todos los "equipos" de los que formo parte. De pronto, me di cuenta de que uno de mis "equipos" me necesitaba y salí a echar la mano. 
Para mí sorpresa, allá afuera parecía que no pasaba nada, que era cualquier día y lo único de llamar la atención era que había poco tráfico. Mi sensación fue de incredulidad pero también de desamparo, porque no hay mucho que yo pueda hacer para cambiar las cosas. Sin embargo, sí que lo había y fue precisamente por eso que salí, porque sabía que podía hacer algo para ayudar. Así que fui y aporté mi ayuda —modestísima— ante la mirada atónita de Angélica, Leonor, Cheli y Ema. Y es que ellas, seguro, no habían pensado que éramos "del mismo equipo", a pesar de que nos conocemos desde hace ya más de una década y de que, desde hace ya un año y medio, cada una a su modo han estado ahí para apoyarme en todo mi tránsito personal. Volví feliz.
Podría seguir hablando de los equipos mucho más rato pero no me alcanza el tiempo —aunque usted no lo crea—, quiero agregar que cerca de la medianoche o algo así, descubrí esta cuenta en tuíter que es de un equipo que está ahora, trabajando y buscando resolver problemas tecnológicos con los respiradores antes de que el tiempo se nos venga encima... Vayan aquí todas mis felicitaciones para ellos a quienes no conozco de nada salvo por la foto del perfil de la cuenta que aquí pongo.
Me enamoré de la iniciativa, por supuesto. Porque otra vez, en una misma jornada, volvió a ser patente que hay diversos esfuerzos que muchos de nosotros, a nuestra manera y con nuestras capacidades, hacemos para ayudar a otros. Y entonces, si cada esfuerzo cuenta sin importar qué tan pequeño o grande es, pienso en aquella canción de mi infancia sobre las hormigas que cantaba Héctor Bonilla en alguna conocida obra de teatro —dejo la evocación como adivinanza para los conocedores— donde, de forma indirecta, se habla de la labor de los equipos y de cómo juntos podemos ayudarnos a pasar momentos como este. Y ora sí, sonrío.
PD. Ténganme paciencia con el formateo de los textos porque ando moviéndole al HTML pero como no veo bien, está siendo un suplicio. Una disculpa.

Comentarios

  1. Enorme, generosa, feliz iniciativa la de la mentalidad de equipo. Me recordó una ocasión cuando un maestro que se las daba de ingenioso sometió a un grupo a un examen "en equipos sin número fijo de integrantes", convencido de que la discordia grupal y la pubertad, no necesariamente en ese orden, demostrarían que no sabían ponerse de acuerdo. El griterío consiguiente le dio la razón. Sin embargo, uno de esos adolescentes, en aquel entonces lechón imberbe, tuvo la idea de que todo el grupo podía ser, era, un solo equipo. No logró convencer a todos sus compañeros, pero nunca lo ha olvidado. Y parece que nunca es tarde para seguirlo intentando.

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    1. Ay... qué hermosa anécdota del hijo (aww). Claro, así funciona: hay que darse cuenta de las ventajas y no dejar de intentarlo nunca.

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