Día 17: la fiesta
Confieso que en estos días de aislamiento, son pocas las grandes alegrías que una tiene y se ven rebasadas, las más de las veces, por momentos digamos... más oscuros. Cuando inicié este diario me prometí a 'mímisma' que se trataba de ir sacando aquellas cosas conforme las fuera necesitando como es el caso de la publicación anterior —que ha sido de las menos leídas según la estadística y entiendo perfectamente por qué. Sin embargo, hay cosas que me dan terror de escribir y nomás me hago pato y sé que están ahí pero no quiero enfrentar, como un post que está en mi cabeza hace más de una semana. Chale. Por todo lo anterior, resulta mejor cuando uno hace una entrada dedicada a cosas que, de antemano, todo el mundo piensa que son lindas y quiere leer así que hoy, toca el turno a la fiesta.
No recuerdo cuándo fue la última vez que una fiesta me emocionara tanto. Era casi una emoción adolescente pero en formato 2.0 porque esta vez sería digital.
Soy parte de este grupo de amigos desde hace más de la mitad de mi vida o la nuestra, porque somos contemporáneos todos. Además de vernos varias veces al año y mantener desde siempre una tradicional posada —que si mal no recuerdo, se ha dejado de celebrar una o dos veces en todos estos años— tenemos un grupo de esa red social conocida en México como el 'whats'. En la foto de hace ya unos años que acompaña este texto faltan varias personas, porque a la fecha no hay una buena foto donde estemos todos. Y sí, en el grupo 'Estamos todos' de WA, invadidos por la oleada que brindan las nuevas posibilidades tecnológicas, decidimos reunirnos virtualmente.
La fiesta quedó concertada para ayer domingo a las 17 hrs. Las dos adolescentes no quisieron estar con los "viejitos" *carcajadísima*. La mayoría nunca habíamos usado estas aplicaciones y tuvimos nuestras fallas técnicas pero lo logramos. No les voy a contar aquí la reunión, sino de lo que para mí significó el habernos reunido.
Porque a tres semanas de estar aislados, el contacto se vuelve súper importante: somos seres sociales de todas todas. Aunque el encuentro es virtual, se siente mucho más cercano y da un gusto infinito vernos casi cara a cara mientras nos escuchamos, cada uno en su cotidianidad. Seguimos siendo una 'familia' y todo sigue como siempre a pesar de lo anómalo de la situación: nuestras relaciones se mantienen intactas y hasta es probable que salgan fortalecidas. Pasamos un gran rato juntos, nos pusimos al día en cosas completamente nimias pero importantes para cada uno, nos reímos mucho e hicimos planes para la semana y repetir el próximo fin.
Esa sensación de felicidad, hace mucho bien. Lo recomiendo porque levanta el espíritu y, literal, da fuerzas para seguir, es un acto de autocuidado. Háganlo todas las veces que puedan durante esta pandemia. De veras.

Sonreí al pensar que eso de las torpezas técnicas suele suceder pero se disipa con empeño y práctica, porque la recompensa es sin duda necesaria.Es bueno saber que los grupos formados en el corazón encuentran nuevas formas de manifestarse, como creo que diría un viejo maestro, y me retiro recordando con alegría las clases de baile. 2020.
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