Día 20: el cine
Es inevitable que piense en aquella rola de Mecano que compuso Nacho Cano al poner juntas esas dos palabras: el cine. Nada más la evoco y escucho los acordes de la nostalgia y me transporto a finales de los ochentas en que salió el álbum "Descanso dominical"; es más, hasta veo que la cola de esta noche no tiene final... Era la época de los copetes, de los colores fluorescentes, de la Cineteca y las muestras de cine —que existen en nuestro país desde 1971 y cuyo objetivo general es algo así como acercar el cine no comercial al público a partir de lo innovador y de actualidad en el panorama internacional, aunque no siempre se cumple, pero esa es otra historia.
Dice el refrán que no hay quinto malo y en el caso de Mecano viene al dedillo, pues ese álbum es uno de los más vendidos, al menos en España —incluso ganó un premio especial por ello. Las luces se apagaron, esto va a empezar... mientras que era mi primer o segundo año de universidad y recuerdo que jugaba dominó en las sombrillas de la UAM-I mientras en el tercer piso de la biblioteca y con varios amigos entrañables, hacía cadáveres malditos inspirados por La sociedad de los poetas muertos (Peter Weir, 1989). También iba a "la muestra" en el último trimestre de cada año y tener en mis manos el abono para ver todas las películas de cada edición era el preludio de que algo emocionante va a pasar...'
Durante una buena cantidad de años, asistí puntualmente a "la muestra". Tengo instantáneas en la memoria de cuando en el '86 u '87 vi en la pantalla grande la impresionante adaptación de El tambor de hojalata (Volker Schlöndorff, 1979), o la hermosísima El festín de Babette (Gabriel Axel, 1987) que sigue siendo una de mis películas favoritas y cuyos menús, si a usted le gusta cocinar, están acá. Descubrí en esos días que yo era parte de aquel desfile de zombis que abandonan el local porque salía callada, pensando y disfrutando en lo que había visto y agradecía que la compañía no interrumpiera ese momento casi mágico. De una época distinta pero en la que continuaban las mismas intensidades personales es también El olor de la papaya verde (Anh Hùng, 1993) —gracias, Lorena, por el link para verla en forma gratuita— y que, además de abrirme una tonelada de ventanas al mundo, confirmaba eso de que durante una hora y media pude ser feliz...
En 2018, después de muchos años de no ir a ninguna muestra, me eché completa la 65 edición y la disfruté mucho y me cuesta trabajo elegir cuál de todas las películas me gustó más pues aunque creo que la más taquillera fue Pájaros de verano (Ciro Guerra y Cristina Gallego, 2018), a mí me entusiasmó mucho Un asunto de familia (Hirokazu Koreeda, 2018), por ese mensaje entrañable acerca de las familias que, en palabras otra vez de Cano, me hicieron sentir que yo estaba allí... emocionalmente hablando, claro. Desde esa muestra, logré ir a un Tour de Cine Francés y no más; parece que el trabajo me supera de nuevo.
Todo esto del cine viene a cuento porque en estos días de pandemia por el coronavirus hay varios catálogos que están disponibles y que presentan joyas como La caída de la Casa Usher (Jean Epstein, 1920) que bien valen la pena para aprovechar si les gusta el cine como a mí... En fin, están avisados.

Decir cine era decir Muestra en aquel ayer... y decir Muestra era pensar en CCU, más que en la Cineteca. Habría mucho qué contar, pero acaso los comentarios no sean lugar. Basta decir que mis recuerdos de esa época los enmarcan "La infancia de Iván" (Tarkovski, 1962) y "El lado oscuro del corazón" (Subiela, 1992). Tiempos tiene la melena. 2020.
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