Día 28: de ballenas y paquidermos

Hoy toca hablar de grandes mamíferos terrestres y marinos. Y es que ambos han estado en mi cabeza justo en las últimas horas. Les cuento...
Moby Dick vive en mi corazón por distintas razones. Por ejemplo, tiene un lugar destacadísimo entre los monstruos de mi infancia y por partida doble: nunca supe si debía temer más a la ballena o al capitán. Yo creo que es el único libro que he leído desde fragmentos del original hasta en muchas versiones, como un par de infantiles, luego alguna juvenil y muchos años más tarde, una traducción de Editorial Sudamericana hecha por Enrique Pezzoni que hace mil años trabajé en el viejo café de la Gandhi que entonces era "mi oficina"— para una adaptación juvenil del clásico de la que nunca tuve ninguna noticia. Como si no bastara todo lo anterior, tengo que mencionar la interpretación magistral de Gregory Peck en pantalla grande para la versión de 1956, donde Ahab hacía aquella señal enredado entre las cuerdas y llamando a los marineros y que es una de mis escenas inolvidables y favoritas de todos los tiempos.
Fue justo ayer que, por este cartón de Liniers, me enfrasqué en una conversación con Emiliano y Carlos donde éste último trajo a colación en este tuit las ilustraciones de Rockwell Kent para la preciosa edición de 1930 de Moby Dick. Y ya que estamos en todas estas cosas, Carlos tiene este interesante texto sobre las ediciones españolas a la obra de Melville, acá.
Si pienso en ballenas, me viene a la mente el escritor chileno Luis Sepúlveda —que hoy, por desgracia, nos ha dejado en Oviedo a causa del coronavirus. Sepúlveda siempre estuvo preocupado por aspectos relacionados con la conservación y la sostenibilidad bien representados en las novelas Un viejo que leía novelas de amor (1989) y Mundo del fin del mundo (1992) —donde habla de la situación ballenera mundial y también de Moby Dick. Ambos me parecen libros interesantes porque fueron de los pioneros en la literatura latinoamericana en tener un mensaje claro acerca de las prácticas humanas destructivas de ecosistemas. Por cierto, no he leído su último libro Historia de una ballena blanca, que nada más por su título se me antoja.
Y ahora que mencionamos la destrucción de hábitats, ayer salió este artículo de José Ignacio de Alba sobre los mamuts colombinos que existieron en la Cuenca del Valle de México hace algo así como quince mil años. Casi sin hallazgos arqueológicos de los grupos de habitantes de nuestras tierras en aquel entonces, lo que sí sabemos es que los terrenos pantanosos fueron de gran utilidad para usar trampas que facilitaran la caza de estos enormes mamíferos de más de cuatro toneladas y que se extinguieron durante la última glaciación, hace diez mil años. En diciembre pasado tuve la fortuna de ver con mis propios ojos la impresionante excavación arqueológica de los mamuts de Tultepec —y de la que hice una especie de bullet journal cuya fotografía acompaña a este post. Así que aprovecho este espacio para recomendar nuevamente que, ahora que salgamos del periodo de aislamiento con Susana Distancia —que al menos y como hoy se ha anunciado por la mañana, durará hasta el 30 de mayo próximo—, vayan a visitar el Museo del mamut de Tultepec pues es muy interesante y hay visitas guiadas.
Nomás para cerrar con este asunto de los paquidermos, específicamente en el orden de los proboscídeos, vámonos con la familia más moderna del grupo. Ayer también me encontré con este video en Tailandia que me impresionó mucho y del que Jaime Soler encontró este artículo donde se cuenta que 78 elefantes fueron liberados por la crisis con el covid19 tras el cierre temporal del parque. Seguramente, Luis Sepúlveda hubiera sonreído con esta noticia...

Comentarios

  1. Moby Dick en versión completa sigue siendo uno de mis grandes pendientes, aunque le agradezco a Ray Bradbury, a los comics y al cine no desconocer la historia. Lo de Sepúlveda daría para una conversación bastante más larga, que rebasa el mero comentario; queda en el tintero. 2020.

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