Día 35: el libro y la rosa

Ayer fue oficialmente el Día Mundial del Libro y del Derecho de Autor, promovido por la Unesco desde 1988 y declarado en el '95. Con esta celebración se busca homenajear a los libros y autores por su importancia, al tiempo que se fomenta la lectura en particular, entre los más jóvenes.
En muchísimos lugares se lleva a cabo esta celebración pero en Barcelona adopta un giro particular que en otras latitudes, como la Unam, hemos adoptado. Los catalanes incorporaron a la celebración del libro, la de la rosa derivada de la leyenda del siglo IX alojada en Montblanc y relacionada con la batalla entre San Jorge o Sant Jordi y el dragón. Si no la conoce, aquí la cuentan completita, con todo y la tradición histórica asociada de la que en 1926, nace el Día del libro y la rosa, gracias al valenciano Vicente Clavel que quería promover el acceso universal a la cultura a partir de los libros.
¿En qué piensan ustedes cuando piensan en libros? Alguna vez, alguien me preguntó cuál era mi primer libro y no pude responder: leo desde que tengo memoria. Crecí leyendo y medio aprendí a leer sola porque me moría de ganas de saber qué decían los libros; con los años garabateé en algunos de ellos mi nombre con letras al revés porque quería decir que eran míos, que yo los había leído.
Toda mi vida se podría hilar a partir de los libros que me han acompañado siempre. Desde los de cuentos y leyendas, el Quillet y la enciclopedia roja de Mis primeros conocimientos, los libros de los cinco y la Condesa de Ségur —heredados de mi madre—, todos los de aventuras, los de Agatha Christie, los de realismo mágico, los de ciencia ficción, los de escritoras latinoamericanas, los de la carrera, los de novela negra, los clásicos, los de poesía, los de periodismo y biografías, los de divulgación, los audiolibros y los e-books y todos los que falten, muchísimas de mis lecturas me han mostrado el camino, me han enseñado cosas, me han producido emociones, me han acompañado.
En los últimos años de mi vida, la lectura se ha visto muy castigada a causa del exceso de trabajo —sí, esa es una de las cosas que quiero cambiar, pero desde antes de que iniciara la cuarentena. Después vino el asunto de salud y que veía doble pero finalmente, en diciembre pasado me dediqué a leer como en los buenos tiempos y logré iniciar este 2020 con un gran ritmo de lectura. Y es irónico que hoy, cuando me encuentro ante la situación ideal —que quizá hasta soñé en algún momento— para poder leer sin parar todo lo que quiera, sin que nadie me moleste y durante semanas, no puedo leer, no tengo cabeza para estar concentrada en algo durante mucho tiempo —me pasa lo mismo con casi todo lo demás. He ido avanzando muy lentamente —leo muy rápido— a razón de unas poquísimas páginas cada dos o tres días o hasta más con un libro que me gusta —el del sueño, del que ya hablé aquí en el diario antes— y me enfada porque tengo un montón de otros libros que querría y podría leer... pero no siempre se puede lo que queremos. Y ha sido durísimo enfrentarlo pero es lo que hay. Ni modo.

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