Día 36: verde y morado

Hoy, hace trece años que la Ciudad de México se puso a la vanguardia en el país y declaró legal la interrupción del embarazo (ILE) siempre y cuando se hiciera antes de cumplir doce semanas. Desde entonces, las cifras de aborto se han reducido y, dentro del territorio nacional, sólo en la capital y en Oaxaca el aborto es legal, seguro y gratuito y permite que las mujeres ejerzan sus derechos en completa libertad. Porque sí, como se cuenta acá el aborto es una cuestión de justicia social.
Hoy, hace casi siete semanas, el domingo 8 de marzo para ser precisa, estuvimos en la impresionante marcha más grande e histórica por el Día de la Mujer en contra de los feminicidios y la violencia que se ejerce en nuestro país contra las mujeres y que hoy, a pesar del coronavirus, acecha en un montón de hogares mexicanos y se ha incrementado de manera alarmante como se cuenta acá.
Hoy, hace cuatro años escribí este texto sobre el acoso que colgué en mi perfil de Facebook y que sigue siendo vigente porque en México, todavía nos quedan muchísimos pendientes en materia de violencia de género:
"Sí. Hoy toca alzar la voz. Que se oiga el grito, que se sumen nuestras voces. Hablemos del acoso. No de una ocasión especial, sino de todas esas veces en que no hay una mención particular, en que subrepticiamente hemos sido acosadas. Hablemos de cómo cualquiera de nosotras se ha enfrentado no a una sino a varias, muchas veces, a un griterío, a una rechifla. Hablemos de cómo se siente estar indefensa ante uno o muchos hombres que te hacen sentir como un pedazo de carne. Hablemos de cómo este y otros tantos hechos se justifican: ni aguantas nada, eso te pasa por ir vestida así, es que estás re chula, es que les ‘gustaste’, es un piropo. Dejemos los gritos, hablemos de las palabras, de cómo distintas frases relacionadas con ser mujer están grabadas en tu cabeza, hablemos de esa vez que alguien dijo que ‘mejor te hicieras la tonta’, que ‘no te pusieras esa ropa’, que no bailaras de esa manera. Hablemos de las advertencias, de cómo en el seno familiar se te cuidaba, porque ellos ‘sabían’, aunque sin estar conscientes, cómo es estar allá afuera. Pasemos al silencio, a todo lo que ocurre tantas veces sin mediar palabra. Hablemos de entrar a un espacio público y de cómo muchos pares de ojos te miran, te aprueban, te desaprueban, te desvisten, te ningunean. Hablemos de lo que pasa si tú tomas la iniciativa, claro, eres una ‘aventada’, una ‘facilota’. Hablemos de cómo te sientes y de cómo encontramos siempre alguna justificación del hecho, derivado de nosotras mismas. Es nuestra responsabilidad, pensamos. Hablemos de estar en una aglomeración, del cuerpo en permanente alarma, de que mejor no dices nada porque fue un accidente, de que te dan una nalgada, de que te arden las mejillas de vergüenza, de que quieres romperle la cara a ese sujeto… pero no puedes. Hablemos también de lo que se siente cuando en un espacio eres la única mujer, de cómo te observan y hablan, de lo que haces con los ojos, ¿bajas la mirada o desafías? No importa, de todas formas es tu culpa. Hablemos de cómo en algún momento de tu vida, hubo alguien que te tocaba y sabías que no era apropiado, pero no dijiste palabra, no era nada, decías, pero cómo odiabas al otro que fingía no darse cuenta, que se aprovechaba, de cómo te criticaban por estarlo ‘provocando’. Y luego, este sujeto era tu superior, o tenía mucho dinero o era alguien ‘importante’ y a lo mejor, te amenazó o quizá, ni falta hizo: tú sabías, tú lo dejabas por no armar un escándalo. Hablemos de esas veces en que nadie parece percatarse de que estás allí oyendo, de los chistes que son ‘normales’, de las múltiples burlas que has escuchado en tu vida, de las veces que ni cuenta te diste y de cómo ves pasar fotos de desnudos en las redes sociales que postean hombres cercanos. Hablemos de cómo te da pena y rabia, de que a veces, quisieras estar ahí o has estado allí sin quererlo pero si algo pasa, será porque algo hiciste, tú te lo ganaste, tú dejaste que ocurriera. Hablemos de los besos que te dieron a la fuerza, cuando tú ni querías. Hablemos de la cama, de que nunca dices nada, de que siempre debes de sonreír, de que lo importante es que lo complazcas, de que tú no importas. Hablemos de cuántas veces has pedido que pare y no te han hecho caso, de la respuesta física que te somete y hasta puede haberte hecho daño. De cómo te dejas manipular para sentirte querida o apreciada, o acaso necesaria. Hablemos de las etiquetas, de que a ellos ‘les gustan putas’ pero de que tú eres siempre hermana o hija. Hablemos de cómo has oído a tus amigos, tus colegas, tus familiares expresarse de otras mujeres. ¿Qué tal se siente? O a poco, ¿tú eres de las que crees que eres santa pero que en realidad, te da miedo decir lo que te gusta, o eres tan ‘puta’ que ya no tienes remedio? Hablemos de cómo los hombres que conoces tratan a las otras mujeres, de que jamás les has dicho lo que piensas, de que mejor te callas, de cómo crees que es bueno saber que a ti no te tratan así. Y crees que eres mejor o peor en relación a ellas. ¡Qué alivio! Hablemos de esas veces en que has mirado a otras mujeres y te has sentido superior moralmente. Qué ironía, verdad, porque también has sido mirada de esa manera. Hablemos de la vulnerabilidad, de cuando se te rompió la media, de cuando caíste de bruces, de que se te vieron los calzones, de que se rompió el brassiere. Hablemos de cómo todos voltearon a mirarte, a señalarte, ¡qué horror ese día que te manchaste el pantalón de sangre! Hablemos también de las múltiples incapacidades que creen que tienes por ser mujer, de cómo eres tan débil, de cómo lloras por todo, de cómo no puedes resolver las cosas y de cómo todo eso va calando en el inconsciente hasta que un día te das cuenta de que estás a punto de no ser nada, de desaparecer para ti misma. Hablemos de los chistes de la regla, de la menopausia, de las que están ‘en estado’, de cuando te sientes fatal y nadie te cede un asiento, o de que te lo ceden porque ‘pobrecita’, cuánta ‘lástima’. Hablemos de cómo te trata el médico, o la médico y acaso hasta las enfermeras, de cómo te dicen que eres ‘quejica’ o de cómo te observa el camillero cuando sube la bata. Hablemos de la invisibilidad, que también es una forma de acoso, de cómo no se ve el trabajo que realizas, de cómo parece que todo se hace por arte de magia, de cómo le cedemos la última palabra al caballero porque existe un código que dice que él es quien decide. Hablemos de que no he puesto todos los ejemplos y de cómo cada mujer, podría decir algo que me ha faltado. Así la vastedad. Hablemos, hablemos y sigamos hablando para que nadie nos vuelva a callar nunca. Porque quizá es la primera vez que lo haces o porque lo haces siempre que puedes. O porque deseas que esta fuera la última vez. Hablemos del acoso y deseemos que siempre exista el espacio para hablar de nosotras. Que a partir de hoy, sea una voz única la que agite nuestras propias conciencias. Sigamos hablando. Y que no nos callen nunca."
Hoy, sigo y seguiré con mi corazón en verde y en morado, justo como en esta imagen que el gran fotógrafo mexicano Santiago Arau tomara el 8 de marzo de 2020. Porque creo en el #AbortoLegalParaTodoMéxico #AbortoLegalYa
© Santiago Arau, 8 de marzo de 2020.

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