Día 40: baila sin parar

Mañana que ya es hoy es el Día internacional de la Danza. La fecha elegida por la Unesco corresponde al natalicio del bailarín y coreógrafo Jean-Georges Noverre (1727-1810), padre del ballet moderno. El objetivo de esta celebración "es reunir a todos los que han elegido esta forma de expresión para superar todo tipo de barreras culturales, políticas y éticas y celebrar la danza y su diversidad" al tiempo que busca valorar, fomentar y aumentar la participación de las personas en esta actividad.
Aunque usted no lo crea, llevo bailando desde siempre. Hay fotos mías en las que bailo desde que tengo cuatro o cinco años. Siempre he tenido problemas de motricidad gruesa —me han dicho que es porque no gateé— así que hasta la adolescencia, nadie habría pensado que lograría bailar de verdad y, si bien tardo en entender cómo es cada movimiento, una vez aprendido lo hago razonablemente bien y me encanta, al grado de que puedo pasar horas bailando sin parar. Aunque jamás me interesó tomar clases de ballet, la emoción que me produce desde pequeña ver en escena El cascanueces o El lago de los cisnes es intensa y siempre creo que los bailarines en el escenario flotan, como si fuera magia. A los veintimuchos, la única manera de que me levantara temprano un domingo era para ir a clase de afroantillano con Norma, una maestra colombiana de lo más estricta pero con las mejores clases que haya tenido nunca y que lamenté dejar cuando no hubo más dinero para continuarlas. En ocasiones he tomado clases de salsa o algo equivalente aunque, la mayoría de las veces, no suelen gustarme los profesores que están mucho más preocupados por mostrar pasos espectaculares que por enseñar realmente la técnica. Cuestión de gustos pero aprovecho para dejar la pista de un par de clases que suenan interesantes en el programa para hoy de la Unam.
He tenido la suerte de conocer casi todos los grandes salones de baile en esta ciudad y el que más me gustaba era el Riviera, donde el espacio nunca se terminaba y podías bailar a tus anchas. Conocí desde El Antillanos, La Maraka, Los Ángeles hasta el Centro de Convenciones Tlatelolco donde me tocó un conciertazo de Eddie Santiago del que salí al amanecer. Sin embargo, mi gran pendiente en la vida es el California Dancing Club; algún día lograré bailar en su pista. En el Puerto de Veracruz me encantaba ver el danzón en el Zócalo y alguna vez tuve el honor de ser invitada a bailar. También puedo contar que conocí el Mama Rumba cuando era un cuartito donde apenas cabía el grupo de músicos y cuatro mesas y que amaba ir a la Flor del son al caer de la tarde para ver los atuendos elegantes de los mayores. Puras nostalgias.
Siempre he tenido más relegada a la danza contemporánea y no sé por qué, aunque las últimas presentaciones a las que he asistido en los últimos meses son todas de la compañía El cuerpo mutable dirigido por la fantástica Lidya Romero. En estos días, la compañía ofrece un entrenamiento en casa gratuito pero ¡no se pierdan sus presentaciones en cuanto puedan! Por cierto, hoy 29 de abril a las 10am harán un estreno, aquí se los dejo si se animan.
Este año, en el mensaje que emite Grerory Vuyani Maqoma, habla de lo que significa la danza para él. En sus palabras, me parece que está la clave de en lo que la danza nos hace sentir a muchos de nosotros y que hoy, precisamente a raíz de la pandemia no tenemos: movimiento, libertad, comunicación, conexión y dignidad humana. Los invito a que hagamos nuestra la última frase de Vuyani: "Más que nunca, necesitamos bailar con un propósito; para recordar al mundo que la humanidad aún existe".
"Escaparates" de El cuerpo mutable, 4 de mayo de 2019 en la Plaza de la danza.

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