Día 42: my favorite things

Si pienso en mi infancia, la canción de Richard Rodgers y Oscar Hammerstein II (1959) irrumpe en mi cabeza en la versión de 1965 para la pantalla grande cantada por Julie Andrews y los hijos del capitán von Trapp en una noche de tormenta. Y es que sin duda, esta pieza, en esa versión o en la magnífica de John Coltrane de 1961 —que sugiero acompañe la lectura de estas líneas—, forma parte de la banda sonora de mi vida. Además, hoy en particular, nos sirve para celebrar también el Día internacional del jazz que, en palabras acertadísimas de Herbie Hancock, es "una oportunidad de oro para que la humanidad se reconecte especialmente en medio de todo este aislamiento e incertidumbre".
Mis recuerdos de la primera parte de la infancia son siempre mucho más sensoriales que precisos. Me transmiten estados de ánimo, sensaciones, maneras de sentirme particulares sin que necesariamente existan datos concretos. Así, recuerdo con claridad el mosaico frío en Edison, la alfombra roja al lado de la cama de mis padres, las luces de los coches que se filtraban de noche en la habitación, el olor de las patatas fritas de Yoya o los palitos de chocolate de Santos, aquel pasillo soleado en Insur, el olor a Cedro del Casino de la Selva...
Recuerdo la emoción de la estación del trenecito en la segunda sección de Chapultepec, mi bicicleta roja, las caminatas por el borde de la jardinera en el Parque de la Madre, los osos disecados de aquel edificio en Insurgentes, el olor de la panadería Ideal en Serapio Rendón, el sonido de las olas y la brisa en el Mocambo y mi muñeca Encarnita, que quedó olvidada en un restaurante en Boca del Río. El olor del agua de colonia Sanborns y del Shalimar, del aceite rojo 3 en 1, de los nardos y los claveles, de los zapatos rojos, el Ratón Pérez y el desfile de la primavera, la Sala Chopin, la Casa de Disney, el Cine Ópera y las tortillas de harina de la Tonina.
En aquellos años, vivía obsesionada con ser actriz supongo que de cabaret porque soñaba también con cantar y no tengo claro de dónde saqué el hacer como que "hablaba en inglés" que no tenía ni idea pero que me parecía muy divertido y que muy pronto, gracias a mi madre, se transformó en realidad. Sin embargo, el sueño de la actuación se acabó cuando me llevaron a ver Anita la huerfanita en el teatro (1979) y don Manolo Fábregas me insistió —a petición de Santos, claro— que no era una buena idea dedicarme a esa profesión; si soy honesta, tampoco creo que la actuación fue nunca para mí pues era demasiado tímida.
Mi infancia también está llena de música de un montón de estilos: desde el Eine Kleine y el Cascanueces que tarareaba desde muy pequeña, las zarzuelas —y algunos duetos memorables que actuaba en ocasiones especiales—, el cante hondo, la bossa nova, los Beatles, Los cinco latinos, la Durcal y la Mistral, Los folkloristas y Óscar Chávez, que justo hoy nos deja como si la vida quisiera remarcar el nexo que tengo con su música en aquellos primeros años de mi vida.
En fin, que estas son algunas de mis cosas favoritas de la infancia y aprovecho para desearles a todos un ¡muy feliz día del niño!

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